Llega la
tarde,
llega la
siesta.
El cansancio
me acuna dulcemente
mientras yo
atiendo otras tareas.
Pero no lucho.
Me dejo llevar a ratos
Me dejo llevar a ratos
por un sopor
ligero y breve
que me hace relajar las manos y soltar mi lectura.
No lucho,
que me hace relajar las manos y soltar mi lectura.
No lucho,
al contrario,
me dejo llevar por la calma templada y suave
me dejo llevar por la calma templada y suave
que envuelve
mi tiempo de sosiego.
Hasta que, al fin, dejo caer los pesados párpados
y me encierro
en la imposible oscuridad
de una tarde
que aún no ha caído.
Y me abandono,
oyendo solo lo que quiero oír,
sin prisas por volver al mundo de las verdades,
y a unas letras de ficción.
O quizás sea al revés.
Y me abandono,
oyendo solo lo que quiero oír,
sin prisas por volver al mundo de las verdades,
y a unas letras de ficción.
O quizás sea al revés.
Pero no lucho.
Prefiero dejarme
llevar por el dulce sueño
que hace
trascender mi limitado cuerpo.
Y en el
duermevela pausado que embriaga mi reposo
dejo volar las
palabras de mi interior
que, con
serenidad y sintonía, aterrizarán más tarde
en algún
espacio
deseoso de poesía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Cuéntame qué te ha parecido!