martes, 15 de septiembre de 2015

* "Atado al placer"- RELATO ERÓTICO


Sentado al borde de la cama, he dejado de mirar al techo y he inclinado la cabeza hacia abajo. He abierto los ojos para recrearme con el momento y al verla de rodillas, entre mis piernas, no he podido evitar sonreír pensando en la noche tan aburrida que yo, al final de una larga y soporífera tarde en el cumpleaños de un amigo, creía que iba a pasar.
Casi no puedo pensar. Elisa tiene un modo muy especial de mover la lengua y esa manera suya de lamerme, casi como si le fuera la vida en ello, me tiene totalmente extasiado, y no voy a tardar mucho en llegar al final.
 Ha sido entrar por la puerta y sin pasar al salón siquiera me ha quitado el cinturón y ha empezado a desabrocharme el pantalón, mientras me iba susurrando al oído todo lo que pretendía hacerme. Con el botón principal ha dejado claro quien iba a mandar esta noche. Y con cada uno de los siguientes que ha ido soltando en mi bragueta, su aterciopelada voz me ha dejado en un estado tal de excitación que casi hago estallar los botones directamente. Pensé que a continuación metería una mano en mi boxer, pero me ha sorprendido gratamente rebuscando en él con las dos. Por delante y por detrás. Me ha rodeado las caderas y se ha detenido un buen rato apretándome el culo hasta que sus uñas han empezado a provocarme algo parecido al dolor. Ha sido también en ese momento cuando he sentido en mi piel el frío de sus pulseras de acero y la rugosidad de sus anillos, hasta que sin darme cuenta sólo he pasado a sentir el calor de las palmas de sus manos en mi erección. Con movimientos suaves pero firmes ha estado jugando con mis ganas a la espera de notar cómo empezaba a humedecerme y a forcejear por querer abrazarla deseoso ya de poseerla. Sin embargo no me ha lo permitido y ha sido entonces cuando me ha traído hasta la cama y, desnudándome de cintura para abajo, me ha invitado a sentarme con un sentenciador “ni te muevas”. Acto seguido y de no sé qué rincón de su ropa interior ha hecho aparecer una larga cinta de seda negra con la que me ha atado las muñecas por detrás de la espalda y, a la vez, ha aprovechado para dejarse caer sutilmente sobre mí y exponer su enorme y exuberante escote a disposición de mi boca de modo que no tuviera más remedio que saborear el principio de sus pechos para dejarme enseguida de nuevo con ansias de más.
A continuación se ha despojado desafiante del ceñido vestido negro con el que me ha vuelto loco toda la tarde, quedándose con un exquisito body de encaje también negro que ha conseguido elevar aún más la tensión en mi entrepierna. En ningún momento he vuelto a dudar ya de quien mandaba en mi dormitorio y me he entregado por completo al instante dispuesto a disfrutar con ella a su manera. Ya frente a mí, acomodada en el suelo, ha conseguido que sus caricias en silencio por mi pecho, se transformasen en una ligera brisa que se ha llevado sin esfuerzo mi camiseta. De ahí a los primeros besos húmedos ya apenas ha habido intervalo. Los ha repartido a partes iguales por toda mi espalda, mis brazos y mi cara, manteniendo siempre además el contacto de su cuerpo con el mío. Completamente loco con el olor de su perfume y la creciente expectativa que se hacía dueña de mi imaginación sólo he podido cerrar los ojos en un angustioso intento de forzar al resto de mis sentidos. Al volverlos a abrir, Elisa ya estaba completamente desnuda, de rodillas, sentada sobre sus talones y empujando con fuerza fingida cada uno de mis muslos hacia fuera para hacerse sitio entre mis piernas. Desde allí, mirándome a los ojos fijamente y sin pronunciar palabra alguna se ha ido arrimando con descaro a mi pene, duro y chorreante al que ha empezado a lamer despacito. Aunque esa calma ha sido breve, y enseguida me lo ha sujetado con su mano derecha y se lo ha metido en la boca. Una boca jugosa, caliente, acaparadora y succionadora que me mantiene al límite del orgasmo. Va y viene. Aleja los labios, ataca con la lengua y arremete de nuevo chupándome aún con más pasión. Aprieta y afloja. Me provoca contracciones. Sabe simular la presión que sentiría si la estuviera follando. Se acompaña hábilmente ahora también de la mano izquierda y vuelvo a fijarme en sus manos, en sus joyas. Sus largos dedos cubiertos de anillos con los que me roza conscientemente, dándome placer y haciéndome daño a partes iguales. Las uñas largas y coloreadas, las múltiples pulseras repletas de pequeños colgantes metálicos y frías perlas que golpean contra mis ingles. Toda su personalidad está en esas manos que me están haciendo disfrutar y olvidarme de que sigo desnudo, plácidamente maniatado, sin poder tocarla, sin poder besarla siquiera.
Me siento dominado bajo su influjo, hipnotizado por sus ojos color miel que, enmarcados en una profunda línea de khol negra, se levantan continuamente de su entregada tarea y me asaltan sometiéndome por completo a su voluntad. Mis ojos vuelan rápidos desde los suyos a su pelo, de su nuevo a sus ojos y de ahí a su espalda, y otra vez a sus ojos para terminar posándolos en el colgante que tintinea entre sus pechos al ritmo de sus sugerentes movimientos. Elisa no ha dicho una palabra, pero me ha deleitado con un amplio repertorio de sonidos, gemidos y suspiros que no voy a olvidar en mucho tiempo.
Ya no puedo esperar más, voy a estallar. Ha llegado el momento. Noto la presión como sube, y no he podido evitar resbalar hasta el filo de la cama aún sin deshacer y dejarme caer hacia atrás, vencido, sobre una agradable colcha oscura, para dejar paso al éxtasis. De nuevo su boca solícita en la cumbre de mi volcán esperando a que rompa mi deseo, a que la sacie con mis ganas contenidas desde que me la presentaran en la fiesta de esta tarde. La novia de mi amigo ha conseguido sacar de mí este manantial apasionado con el que ahora ella también goza y que arranca un grito de satisfacción en ambos. Y sin tregua para asimilar la intensidad de la situación, Elisa levanta del suelo su sensual cuerpo desnudo, suelta el lazo que me ata y tumbándose en la cama proclama resuelta: “es mi turno”.
FIN

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