Huele fuera a vacío y a silencio.
Solo se oyen los mirlos cantarse unos a otros,
increpándose: «todos estos, ¿dónde están?»
Huelen las calles vacías de pisadas,
vacías de paseantes, de niños que trotan,
vacías de escapes que no rezuman rutinarios humos.
Huelen el campo, las flores por salir,
el aire de la tarde que se carga de humedad,
como paisajes vírgenes por descubrir.
Se oyen apenas ladridos, maullidos,
dulces trinos, por fin asilvestrados,
y solamente preguntan: «todos estos, ¿dónde están?»
Huele fuera a vacío y a silencio.
Dentro bulle la lucha,
hierve la vida contenida
y crecen las ganas de seguir.
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