El 78 es nuestro número especial. El tatuaje que
siempre han visto todos en mi hombro derecho y que sólo tenía significado para
nosotros. El número de la habitación de aquel hotel en el que por primera vez
nos amamos en aquella enorme bañera y en la que pasamos tantos momentos románticos
después, una vez al mes. La hora aproximada a la que nos citábamos: “vente
de 7 a 8,
decías”. Y, hoy, es la edad que nos acoge y envuelve en el mismo amor que aún perdura
pero que, sin embargo, no consigo definir con 7 u 8 palabras.
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