Un día seré mayor. Muy mayor. Tanto que, a lo mejor, ni siquiera recordaré mi nombre. Aunque lo que más me preocupa es que es muy posible que el que no recuerde sea el tuyo.
Habremos pasado años de disputas y
risas. Días y días de alegrías y sinsabores. Pero dará igual. No sabré que los
he vivido contigo. No sabré siquiera que los he vivido. Sólo tendré estas
líneas de hoy. Unas hojas emborronadas de buenos momentos, de anécdotas, de
unos recuerdos que no llegarán a serlo. Por eso tengo que escribirlos hoy.
Porque si no, mañana no existirán, ni en estos renglones, ni en mi memoria. En
este cuaderno sólo serán relatos inventados, pasajes de una novelita ligera sin
interés histórico ni artístico, que no sabré quién ha escrito. Y en mi cabeza
tampoco ocuparán lugar. No estarán guardados en ningún rincón de mi cuerpo: ni
en mi cerebro, ni en mi corazón.
Un día seré mayor. Muy mayor. Tanto que
ni siquiera recordaré lo feliz que fui, lo feliz que me hiciste. Lo feliz que
me hacía recorrer tu cara con la yema de mis dedos, sentir tus labios en mi
boca, o tus manos por mi cuerpo. Sólo quedarán unas letras escritas en cajones
viejos que nadie mirará. Y ya no seré capaz de recordar tus buenos días, los
olores de tus guisos hechos con tanta pasión o las interminables veladas de
tertulias y discusiones. Lo único que permanecerán serán las sensaciones. Los
ecos de las afectividades y el cariño. El repiqueteo de un lazo que nos uniera
en una vida anterior. Y alguien, un día, irá leyendo estos párrafos, pronunciando
las palabras que yo no recordaré haber escrito. Y no las entenderé al oírlas.
No significarán nada para mí, aunque hoy guarden entre ellas todo el amor que
un día aspiramos a hacer eterno.
Un día seré mayor, muy mayor. Tanto que
ni siquiera recordaré para que habré vivido tanto. Ni tampoco seré consciente
de si tu vives o no. Igual la vida nos permite coincidir en algún lugar, y
vernos, incluso tocarnos y olernos, sin embargo no te podré reconocer. No
entenderé cuánto te quise, ni por qué dejé por escrito lo que construimos mano
a mano, codo con codo, día tras día. Esta sólo será la historia de dos personas
que conectaron, que decidieron dejarse llevar por el más peligroso de los
sentimientos y vivir. Pero yo no sabré distinguir tu nombre del mío. No sabré
agradecerte si me ayudas a beber o a comer. Si acompañas mis paseos o me lloras
en tu soledad.
Un día seré mayor, muy mayor. Tanto que
no sabré cómo habré llegado hasta allí. Tanto, que no necesitaré saberlo.
Tanto, que no tendrá sentido saberlo.
Por eso, hoy, que te reconozco y aún me
conozco, quiero escribir esta confesión, que en un futuro sólo sabré negar. Hoy
sólo quiero decir: “¡gracias amor, he sido muy feliz!”.
FIN
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