Cuando
la brisa agita los toldos de los balcones
y
las sombras se alargan al infinito
porque
el sol todavía no ha querido subir;
cuando
las pisadas en la arena se mantienen vírgenes
y
el silencio empieza a solaparse con el trabajo,
la
punta de mis dedos roza suave tu orilla.
Mientras
la actividad se apodera de las calles
y
los que van de vuelta reniegan de la luz,
el
día decide despertar engañando con diferencias.
Mientras
el agua sacia la sed de aceras estivales
y
se reponen de experiencias los estantes del mundo,
tu
azul sereno embriaga mis pulmones.
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