domingo, 14 de junio de 2015

*¡Cuánto leemos!

   

   
              Me he dado cuenta últimamente de que cada vez leemos más. Incluso yo me atrevería a decir, que cada día escribimos más. Y todo gracias a los móviles.
                 Yo antes nunca veía a la gente leyendo con tanta fruición en la cola del autobús o en la sala de espera del médico. Si acaso una o dos personas, osadas, que llevaban un libro o una revista allá donde fuesen. Ahora por todos lados, las personas leemos mientras esperamos, a la vez que caminamos, o corremos al móvil en cuanto la señal acústica nos reclama. Y allá que nos lanzamos a leer y a escribir contestando inmediatamente.
                Sin el móvil no vamos a ninguna parte y para aquellos, que alguno queda, que aún no tiene por el motivo que sea, puede parecerle un vicio demoníaco, pero yo creo que desde que existen todo el mundo lee y escribe mucho más que nunca. Por descontado, y por obvio, ni siquiera voy a hablar de los e-books, a los que tanta gente se ha enganchado y que verdaderamente son tan prácticos para llevar contigo la lectura que desees, aunque eso sí, es tanta el ansia de leer que tenemos ahora, que todos tenemos que llevar más de veinte libros guardados en nuestro libro electrónico. ¡Pero qué cómodo es estar en cualquier sitio esperando y poder sacar tu pequeño y ligero aparato!
           Otra cuestión a debatir sería si es más o menos interesante lo que leemos, así como si es ortográfica o gramaticalmente correcto aquello que escribimos y por añadidura educativo. Quizás no, pero no es en lo que me interesa fijarme ahora. Me parece mucho más enriquecedor buscarle el lado positivo. Y en este caso, creo que sin duda alguna lo tiene. Me estoy refiriendo ahora a los mensajes instantáneos, y las redes sociales. Además, valoro mucho que el uso de alguna de estas redes te exija el esfuerzo de resumir y concretar lo que quieres decir en un número máximo de caracteres que, dicho sea de paso, es muy mínimo para mi gusto.
             Así que no hay nada más que observar con cuánto interés nos leemos los chistes, por largos que sean; las oraciones que han de correr con virulencia de un usuario a otro para que sus deseadas predicciones se cumplan; o también cómo devoramos los anuncios de trabajo o las convocatorias de huelgas o fiestas. Y qué rápido hemos aprendido a teclear en unos espacios la mayoría de las veces reducidos en exceso y contra los que luchamos de continuo para que el corrector de turno no quede por encima de nosotros. ¿No es una maravilla que la gente dedique tanto tiempo a la lectura aunque sea fijando los ojos sobre la pantalla de un móvil o cualquier otro dispositivo?
         No comprendo que estas nuevas costumbres tengan tantos detractores que, por otra parte, también suelen llevar móviles aunque no los usen tanto o, al menos de eso se jactan ellos, como los demás, entre los que por supuesto, me incluyo. No sé si lo que les molesta es que leamos, que escribamos, o que no lo hagamos tan frecuentemente con ellos como nos ven hacer con los demás. Pero si hay alguien que necesite expresar alguna queja al respecto y llevarme la contraria... ¡que me escriba!

(Foto: María R.)

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