Mordí tus labios
y con el sabor de tus ganas
se inflamaron las mías.
Unas manos nuevas apretaron mis caderas
y mis latidos rebotaron en tu pecho.
En el oscuro momento del desafío ninguno vislumbró el final de aquel túnel arrebatado.
Besé la incertidumbre en la madrugada
y la tensión acumulada estalló en chispazos resplandecientes.
Y, sin embargo,
solo eran besos,
solo caricias,
solo susurros,
solo gemidos,
solo abrazos,
solo deseo,
solo pasión.
Cerré los ojos:
todo era vértigo,
todo era abismo,
todo eras tú.
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