sin más
compañía que este viejo barco,
al que
subí con todas las armas que reuní
y la
bodega repleta de provisiones
dispuesta
a conquistar un continente inexplorado.
Mas la
lluvia empezó a mojar la cubierta,
el fuerte
viento a rasgar mis deterioradas velas,
las
olas enfadadas volcaron mi carga
y
ahora me enfrento desnuda al temporal,
a un
mar que lucha para no dejarme huir.
Aun sin
ver claro el ansiado y firme horizonte
ni
pensar en consecuencias ni peligros,
sigo adelante
a través de la violenta borrasca
buscando
estabilizar mi nave y avanzar,
avistar
esa tierra tan necesaria y deseada.
Ninguna
tempestad va a detener mi empeño.
Mi
mascarón defenderá enérgico su espacio
y mi
estandarte ondeará imbatible y orgulloso,
mientras
mi navío y yo avanzamos con osadía
entre
las dudas y las certezas de esta tormenta perfecta.
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