Tengo un sueño recurrente. No sé si quiere decir algo. O mejor dicho, algo querrá decir seguro, pero yo no acierto a entender qué puede ser, porque no soy capaz de relacionarlo con mi vida cotidiana. Una vida tranquila, rutinaria y amable que me acomoda en una zona de confort sin estridencias. Mi trabajo satisfactorio, mi familia sin grandes problemas, mi pareja encantadora, e incluso con tiempo para dedicarlo a mis aficiones.
Mi sueño se repite casi todas las
semanas. ¡Y me encanta! Podría asegurar que me quedo dormida esperando a que
llegue a mí. Nunca he sido de fantasías sexuales muy especiales más allá de la
de querer acostarme con algún cantante ídolo de mi juventud, o la de tener sexo
con otra chica, que creo que son bastantes frecuentes. Mi vida íntima no
adolece de nada importante y me siento completamente satisfecha. Sin embargo
desde que empecé a tener este sueño me planteo que quizás estoy necesitando dar
otros pasos. Suelo aguantar la noche de un tirón y sólo en contadas ocasiones
me he despertado sobresaltada por la excitación, completamente húmeda,
jadeante, sudorosa y habiendo tenido más de un orgasmo.
Todo sucede siempre entre tinieblas,
cuando la tarde muere y la noche empieza a hacerse dueña de una ciudad moderna
y muy grande, llena de rascacielos y luces de neón. Yo camino por las calles
sola, sin rumbo fijo, buscando algo que todavía hoy no he conseguido averiguar qué
es. Pero me siento bien. Llevo un conjunto oscuro, camiseta estrecha con escote
en pico, y una minúscula falda elástica que pese a su tamaño lleva una buena apertura
en un lateral. Como complementos, una cazadora de estilo muy roquero y unas
altísimas botas negras de tacón. Ni preocupada, ni angustiada, ni con miedo, ni
dudosa. Segura y decidida a seguir caminando. Y eso hago hasta que fijo la
mirada en una amplio trozo de negro cielo en el que brilla una radiante y
blanca luna. Entonces se oyen pasos más enérgicos. Todos los que paseaban cerca
de mí, empiezan a acelerar y la gente comienza a alejarse y a desaparecer. Pero
yo me quedo tranquila, parada, y aprovecho para repasarme los labios con mi
lápiz rojo. Oigo como un galope lejano y de repente un aullido. Un dulce
estremecimiento se apodera de mi cuerpo. En mitad de una calle estrecha de
altísimos edificios donde apenas llega el resplandor del astro nocturno me
encuentro frente a frente con alguien a quien no puedo distinguir. Veo el
espacio que ocupa su enorme figura y de nuevo escucho el aullido. Una lámpara
se enciende en una pequeña ventana unos pisos por encima de mi cabeza. La luz
justa para que el callejón adquiera los reflejos necesarios para tener claro
que es el personaje de otras noches, de otros sueños. Y me desprendo despacio
de la cazadora, que queda abandonada en el suelo sin importarme. Soy consciente
de que algunos vecinos están asomados a las ventanas, parapetados tras opacas
cortinas o desgastados visillos, pero me da igual. No me interesa lo que pase
alrededor. Sólo tengo la vista clavada al final de la calle, donde ahora, con
mis ojos acostumbrados a esa penumbra, reconozco sin esfuerzo al ser que va a
hacerse dueño de mi cuerpo sin dejarme apenas respirar. Su aspecto fiero y
temible pasa desapercibido para mí, y me acerco a él con paso firme, haciendo
resonar mis tacones. A su vez, él se va aproximando despacio, como
inspeccionando el terreno, hasta que quedamos plantados uno frente al otro.
Enseguida, sin tocarme, me olisquea, desliza su hocico por mi cara, por los
hombros, por el pecho y de repente, tras confirmar que soy yo, tras reconocerme
en la noche ruge violentamente, me coge por la cintura y me aprisiona contra la
pared. Puedo sentir el aliento contenido de todos los mirones en sus casas, y
eso me hace reír intensamente. Acaricio el pelo recio de mi monstruoso amigo, y
un suave gruñido de placer se escapa entre sus colmillos, aunque eso prende la
mecha y libera rápido sus instintos. Va lamiendo mi cuello, vuelve a mis
labios, regresa a mi escote y, mientras, sus manos enormes y fuertes recorren
mi cuerpo de arriba a abajo y de abajo a arriba, para terminar metiendo con
ganas una de ellas entre mis piernas bajo la falda. Me toca, baja su nariz, se
agacha y huele mi sexo. Yo me dejo hacer todo el tiempo, me dejo llevar por una
pasión que noto en la erección de mis pezones, y que me inflama por dentro. De
un zarpazo arranca mis bragas, me rompe la falda y con estudiada lentitud raja
mi camiseta desde el canalillo que forman mis pechos hasta pasado el ombligo. Le
miro desafiante y entiende mis deseos: “¿esto es todo lo que vas a hacerme?” No
necesito decirlo en voz alta. Un ensordecedor aullido y me obliga a tirarme al
suelo boca abajo como respuesta. De nuevo su lengua furiosa corre por mi
cuerpo, hasta detenerse en mi culo. Ahí para y me muerde, me clava sus afilados
dientes hasta hacerme sangrar y gritar. Los inquilinos de arriba no se han
atrevido a asomarse, pero tampoco a irse, si acaso diría que tengo la sensación
de que el callejón está aún más iluminado que cuando llegué. O quizás sólo sea
la luna, ahora totalmente encima de nosotros, queriendo ser testigo también de
este apasionante encuentro. Como los vecinos, a los que imagino tremendamente
excitados y a punto de dejarse llevar por sus pasiones, tan bajas como las del
animal que va a poseerme en minutos. Yo sigo prácticamente desnuda contra el
suelo, sintiendo el frío del pavimento en mi piel y el calor de su pelo en la
espalda. En otro arrebato ardiente e impetuoso me levanta y casi en volandas me
recuesta sobre el capó de un sucio coche aparcado en un extremo de la calle. No
puedo dejar de jadear, con impaciencia, con ansias, con una irrefrenable
necesidad de que me penetre, de sentirle todavía más dentro de mí. Pero no lo
hace. Me lame, me pellizca, refriega su titánico ser sobre el mío dejándome
notar su calentura, dejándome sentir todo lo que va a entregarme. Y cuando mis
piernas no pueden abrirse ya más, ni mi carne estar más expuesta a sus deseos
me embiste con un fuerte aullido. Arremete contra mí y mi orgasmo se dispara con
un grito salvaje que rompe todos los cristales. Como una lluvia de meteoritos
los trozos caen hacia la calle, al suelo, sobre nosotros y se clavan en la
bestia que se mantiene encima de mi cuerpo para protegerlo. Pero me sigue
follando, me sigue dando placer, sigue entrando y saliendo de mí con desesperación,
apretando mis pechos, comiéndome a lengüetazos, buscando el éxtasis final. Yo
me mantengo enganchada al pelo de su cuerpo, disfrutando del momento con
delirio y de una pasión desconocida que me lleva agotada hasta el paroxismo. Una
nube cubre la luna. Unas gotas y repentinamente una tormenta que acompaña la
lluvia de sensaciones y calma el fuego que me corre de un lado a otro por
dentro sin saber cómo escapar.
El
lobo aúlla ya a lo lejos. La tormenta ha pasado. La noche emprende la retirada.
Recojo mi cazadora mojada del suelo y con ella sobre los hombros y las botas
puestas que en ningún momento me quité, camino despacio por el callejón
solitario, entre los charcos y los cristales caídos. Cuando llego al final de
la calle, me giro y vuelvo la vista atrás. Todas las luces se han apagado. Las
ventanas están cerradas. Magullada, dolorida y extremadamente cansada, soy
perfectamente capaz de esbozar una sonrisa. Ahora sólo me queda esperar a otra
noche de luna llena.
FIN
AAAAAAUUUUUUUUUUUU!!!!!!!
ResponderEliminarCreo que tu sueño se podría interpretar como que en lo más profundo de tu ser, tienes una necesidad no satisfecha de vivir una experiencia salvaje, que se parezca algo a la descrita tan bien por ti. Eso no significa que tengas ningún problema, sólo que tienes un deseo oculto sin satisfacer, y por eso se te repite en ocasiones un sueño de ese tipo. Si ves que te sigue ocurriendo, quizá lo mejor sería que cumplieras ese deseo de alguna forma. Espero que te haya servido de ayuda. Un abrazo.
ResponderEliminarTodos los comentarios me ayudan a mejorar, gracias. Pero quizás debas tener en cuenta que las personas que escribimos, normalmente, no trasladamos nuestros deseos ni nuestras vivencias al texto, sino que sencillamente inventamos e imaginamos. No te aventures a asegurar que yo tengo estos sueños...
Eliminar