miércoles, 26 de octubre de 2016

* "Sueño salvaje" - RELATO ERÓTICO


    Tengo un sueño recurrente. No sé si quiere decir algo. O mejor dicho, algo querrá decir seguro, pero yo no acierto a entender qué puede ser, porque no soy capaz de relacionarlo con mi vida cotidiana. Una vida tranquila, rutinaria y amable que me acomoda en una zona de confort sin estridencias. Mi trabajo satisfactorio, mi familia sin grandes problemas, mi pareja encantadora, e incluso con tiempo para dedicarlo a mis aficiones.


Mi sueño se repite casi todas las semanas. ¡Y me encanta! Podría asegurar que me quedo dormida esperando a que llegue a mí. Nunca he sido de fantasías sexuales muy especiales más allá de la de querer acostarme con algún cantante ídolo de mi juventud, o la de tener sexo con otra chica, que creo que son bastantes frecuentes. Mi vida íntima no adolece de nada importante y me siento completamente satisfecha. Sin embargo desde que empecé a tener este sueño me planteo que quizás estoy necesitando dar otros pasos. Suelo aguantar la noche de un tirón y sólo en contadas ocasiones me he despertado sobresaltada por la excitación, completamente húmeda, jadeante, sudorosa y habiendo tenido más de un orgasmo.
Todo sucede siempre entre tinieblas, cuando la tarde muere y la noche empieza a hacerse dueña de una ciudad moderna y muy grande, llena de rascacielos y luces de neón. Yo camino por las calles sola, sin rumbo fijo, buscando algo que todavía hoy no he conseguido averiguar qué es. Pero me siento bien. Llevo un conjunto oscuro, camiseta estrecha con escote en pico, y una minúscula falda elástica que pese a su tamaño lleva una buena apertura en un lateral. Como complementos, una cazadora de estilo muy roquero y unas altísimas botas negras de tacón. Ni preocupada, ni angustiada, ni con miedo, ni dudosa. Segura y decidida a seguir caminando. Y eso hago hasta que fijo la mirada en una amplio trozo de negro cielo en el que brilla una radiante y blanca luna. Entonces se oyen pasos más enérgicos. Todos los que paseaban cerca de mí, empiezan a acelerar y la gente comienza a alejarse y a desaparecer. Pero yo me quedo tranquila, parada, y aprovecho para repasarme los labios con mi lápiz rojo. Oigo como un galope lejano y de repente un aullido. Un dulce estremecimiento se apodera de mi cuerpo. En mitad de una calle estrecha de altísimos edificios donde apenas llega el resplandor del astro nocturno me encuentro frente a frente con alguien a quien no puedo distinguir. Veo el espacio que ocupa su enorme figura y de nuevo escucho el aullido. Una lámpara se enciende en una pequeña ventana unos pisos por encima de mi cabeza. La luz justa para que el callejón adquiera los reflejos necesarios para tener claro que es el personaje de otras noches, de otros sueños. Y me desprendo despacio de la cazadora, que queda abandonada en el suelo sin importarme. Soy consciente de que algunos vecinos están asomados a las ventanas, parapetados tras opacas cortinas o desgastados visillos, pero me da igual. No me interesa lo que pase alrededor. Sólo tengo la vista clavada al final de la calle, donde ahora, con mis ojos acostumbrados a esa penumbra, reconozco sin esfuerzo al ser que va a hacerse dueño de mi cuerpo sin dejarme apenas respirar. Su aspecto fiero y temible pasa desapercibido para mí, y me acerco a él con paso firme, haciendo resonar mis tacones. A su vez, él se va aproximando despacio, como inspeccionando el terreno, hasta que quedamos plantados uno frente al otro. Enseguida, sin tocarme, me olisquea, desliza su hocico por mi cara, por los hombros, por el pecho y de repente, tras confirmar que soy yo, tras reconocerme en la noche ruge violentamente, me coge por la cintura y me aprisiona contra la pared. Puedo sentir el aliento contenido de todos los mirones en sus casas, y eso me hace reír intensamente. Acaricio el pelo recio de mi monstruoso amigo, y un suave gruñido de placer se escapa entre sus colmillos, aunque eso prende la mecha y libera rápido sus instintos. Va lamiendo mi cuello, vuelve a mis labios, regresa a mi escote y, mientras, sus manos enormes y fuertes recorren mi cuerpo de arriba a abajo y de abajo a arriba, para terminar metiendo con ganas una de ellas entre mis piernas bajo la falda. Me toca, baja su nariz, se agacha y huele mi sexo. Yo me dejo hacer todo el tiempo, me dejo llevar por una pasión que noto en la erección de mis pezones, y que me inflama por dentro. De un zarpazo arranca mis bragas, me rompe la falda y con estudiada lentitud raja mi camiseta desde el canalillo que forman mis pechos hasta pasado el ombligo. Le miro desafiante y entiende mis deseos: “¿esto es todo lo que vas a hacerme?” No necesito decirlo en voz alta. Un ensordecedor aullido y me obliga a tirarme al suelo boca abajo como respuesta. De nuevo su lengua furiosa corre por mi cuerpo, hasta detenerse en mi culo. Ahí para y me muerde, me clava sus afilados dientes hasta hacerme sangrar y gritar. Los inquilinos de arriba no se han atrevido a asomarse, pero tampoco a irse, si acaso diría que tengo la sensación de que el callejón está aún más iluminado que cuando llegué. O quizás sólo sea la luna, ahora totalmente encima de nosotros, queriendo ser testigo también de este apasionante encuentro. Como los vecinos, a los que imagino tremendamente excitados y a punto de dejarse llevar por sus pasiones, tan bajas como las del animal que va a poseerme en minutos. Yo sigo prácticamente desnuda contra el suelo, sintiendo el frío del pavimento en mi piel y el calor de su pelo en la espalda. En otro arrebato ardiente e impetuoso me levanta y casi en volandas me recuesta sobre el capó de un sucio coche aparcado en un extremo de la calle. No puedo dejar de jadear, con impaciencia, con ansias, con una irrefrenable necesidad de que me penetre, de sentirle todavía más dentro de mí. Pero no lo hace. Me lame, me pellizca, refriega su titánico ser sobre el mío dejándome notar su calentura, dejándome sentir todo lo que va a entregarme. Y cuando mis piernas no pueden abrirse ya más, ni mi carne estar más expuesta a sus deseos me embiste con un fuerte aullido. Arremete contra mí y mi orgasmo se dispara con un grito salvaje que rompe todos los cristales. Como una lluvia de meteoritos los trozos caen hacia la calle, al suelo, sobre nosotros y se clavan en la bestia que se mantiene encima de mi cuerpo para protegerlo. Pero me sigue follando, me sigue dando placer, sigue entrando y saliendo de mí con desesperación, apretando mis pechos, comiéndome a lengüetazos, buscando el éxtasis final. Yo me mantengo enganchada al pelo de su cuerpo, disfrutando del momento con delirio y de una pasión desconocida que me lleva agotada hasta el paroxismo. Una nube cubre la luna. Unas gotas y repentinamente una tormenta que acompaña la lluvia de sensaciones y calma el fuego que me corre de un lado a otro por dentro sin saber cómo escapar.
 El lobo aúlla ya a lo lejos. La tormenta ha pasado. La noche emprende la retirada. Recojo mi cazadora mojada del suelo y con ella sobre los hombros y las botas puestas que en ningún momento me quité, camino despacio por el callejón solitario, entre los charcos y los cristales caídos. Cuando llego al final de la calle, me giro y vuelvo la vista atrás. Todas las luces se han apagado. Las ventanas están cerradas. Magullada, dolorida y extremadamente cansada, soy perfectamente capaz de esbozar una sonrisa. Ahora sólo me queda esperar a otra noche de luna llena.
FIN



3 comentarios:

  1. Creo que tu sueño se podría interpretar como que en lo más profundo de tu ser, tienes una necesidad no satisfecha de vivir una experiencia salvaje, que se parezca algo a la descrita tan bien por ti. Eso no significa que tengas ningún problema, sólo que tienes un deseo oculto sin satisfacer, y por eso se te repite en ocasiones un sueño de ese tipo. Si ves que te sigue ocurriendo, quizá lo mejor sería que cumplieras ese deseo de alguna forma. Espero que te haya servido de ayuda. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todos los comentarios me ayudan a mejorar, gracias. Pero quizás debas tener en cuenta que las personas que escribimos, normalmente, no trasladamos nuestros deseos ni nuestras vivencias al texto, sino que sencillamente inventamos e imaginamos. No te aventures a asegurar que yo tengo estos sueños...

      Eliminar

¡Cuéntame qué te ha parecido!

Mi salamandra más especial

Mi salamandra más especial

¡Comenta desde aquí con otros miembros!

Advertencia legal

Todos los textos están depositados en el Registro General de la Propiedad Intelectual. Los relatos bajo el epígrafe M-007008/2014 y los poemas bajo M-007030/2014.