lunes, 2 de junio de 2014

"Coitus interruptus" - REFLEXIONES


"..era el momento que él había estado deseando desde que la viera por primera vez, el día que le pidió una cerveza. Juan estaba por fin a punto de tenerla, entera y desnuda, sólo para él. La puerta del bar estaba cerrada, nadie les molestaría..."


           -Mamá, ¿dónde están mis zapatillas azules de lona?, ¡mamá! ¡que tengo prisa!

La inspiración huye de los gritos.
Las frases no se pueden ensamblar con lógica, porque de repente el verbo se escabulle y salta de una conjugación a otra. Los complementos que te habían venido a la cabeza tan acordes con las primeras ideas que tan estupendamente ambientaban la escena que estabas describiendo, se desvanecen  haciendo un sonoro 'plof' como en las películas de animación.  Los adjetivos adecuados y perfectos que habías conseguido después de rebuscar entre miles de sinónimos, se entrecruzan y ya no encajan en absoluto. La intensidad con la que imaginabas aquel encuentro sexual se desinfla y pierdes la excitación que afloraba por tus dedos. Juan se queda a medias...

      ¡No se puede escribir así!

“.....Paseando por malecones dejabas
desolada, mi esperanza de encontrar
el punto en que tu imagen y la mía
se acercaran despacito al nadar.
Entre miles de personas avanzabas,
     y para mí era imposible......................”

    -¡Ring, ring, ring! 
    -¿Cariño, puedes coger el teléfono por favor que estoy en el baño?

¡Rimar!
         Lo verdaderamente imposible es rimar cuando tienes que frenar de golpe la unión de las vocales que se estaban enlazando solas en tu interior para decirle a esa amiga de tu hija que llama constantemente, que hace un rato que ella salió. 

No quiero irme a una aislada cabaña perdida en lo más frondoso de un bosque aún por descubrir. No me viene bien en estos momentos. Bueno, a lo mejor es que no me lo puedo permitir. Intento hacer muchas cosas dentro de las veinticuatro horas que tiene el día, y claro, entre ellas, también intento escribir. Pero abstraerse de los estímulos exteriores y atender a todo a tu alrededor, a la vez que pretendes concentrar todo tu ser en crear unas líneas ficticias es complicado. Bastante complicado. Tras la interrupción hay que volver, hay que tomar la postura correcta de nuevo, releer lo escrito, seguramente eliminar la última palabra escrita en el sobresalto, cerrar los ojos y pensar. Volver a entrar en situación. Eso requiere tiempo. Mucho más tiempo del que pensabas dedicarle en un primer momento.

Por eso, la acción de escribir es perfectamente comparable a la de amar activamente a alguien. A veces no te apetece, pero lo haces, por amor, o por no perder la costumbre. Otras en cambio te arrebata la pasión, o la inspiración, pero no puedes, porque no es el momento oportuno por motivos muy dispares. Pero cuando estás en ello, en plena acción, en pleno éxtasis emocional, a punto de expresar tus sentimientos más profundos...

-“¡Mamá, que ya he vuelto! ¡Ponme la cena!”

             ...¡Coitus interruptus!



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