Me preguntas al oído, susurrando y sólo esto puedo
contestarte: no necesito la jugosidad de tu boca en la mía, la suavidad de las
yemas de tus dedos por mis pezones erectos, tampoco el fogoso calor de tu piel
sobre mis poros anhelantes. No echaré de menos que tu lengua sedienta beba
entre mis piernas un placer destilado para ti, ni que tus manos recorran mi
vientre tembloroso, buscando mis nalgas firmes. No me interesa cuánto disfruta
mi cuerpo del poder de tu sexo. Todo carece de sentido si tu voz grave no
resuena en mi cerebro. Solo quiero lo que tus palabras consiguen en mí. Por
eso, sigue preguntándome, sigue pidiéndome, sigue hablándome…
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