Me
dejé caer sobre la pared
esperando
el tacto de tus besos,
a
disposición de tus besos,
que
se apoyaron suaves contra mi boca
y
presionando con ternura los labios
comenzaron
a deslizarse
con
un repiqueteo dulce por la mejilla
para
llegar a la oreja.
De
allí volvieron despacito,
casi
a rastras, hasta los párpados,
donde
trazaron surcos ligeros de uno a otro
susurrando
a las pestañas
mientras
subían a la frente.
Bajaron
después trotando por la sien
en
dirección hacia el cuello
dejando
a su paso cálidos senderos
en
un rostro anhelante y expectante,
en
una piel erizada y subyugada.
Retornaron
con alevosía y sigilo
a
inundar de miel las comisuras,
emborrachándome
de almíbar divino,
degustando
el sabor de mis labios…
y
quedé extasiada y vencida,
rendida
al amor y al deseo,
fascinada
por la travesía de tus besos.
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