viernes, 2 de enero de 2015

* La búsqueda

    

   Entraba y salía sin disculpas ni vergüenza. La buscaba por todos lados y recorría los lugares de arriba abajo, revisando rincones y recodos. Ni voces ni gritos. Ni carreras ni parsimonia. Sin saber dónde andaba ni dónde pisaba, sus ansias le hacían ignorar, no querer entender, que en aquel sueño suyo nunca la hallaría. Y dormía y despertaba. Y se volvía a dormir. Obligaba a su vigilia a hundirse en lo recóndito de la fragilidad. Ella estaría esperándole, allí, como siempre. Las noches en que no aparecía despertaba entre sudores y escalofríos. Sólo quería dormir. Necesitaba dormir. Por eso sus ventanas nunca se abrían, nunca dejaban pasar al sol. El día sólo era un enemigo. Hasta que sus párpados vencían y su adormecimiento le conducía directo a su amada, que sólo se dejaba encontrar al final de las pesadillas. Pero entonces todo tenía sentido. Dormir tenía sentido.

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