*El atractivo de las palabras - REFLEXIONES

¿Quién no tiene una o varias palabras preferidas? Pero no por su significado sino por su sonoridad. Palabras que suenan rimbombantes, como púrpura, onomatopéyico o astringente; o las que suenan dulces, como baladí, adolecer o bisbisear.

De primeras podemos creer erróneamente que lo que nos gusta de ellas es su sentido, su semántica, pero en realidad yo quiero fijar la atención en los fonemas. En cómo suenan cuando los pronuncias. Sobre todo si vocalizas despacito, recreándote en todos y cada uno de ellos con toda la boca, casi paladeando cada letra.

Yo, a veces, cuando oigo una palabra que me llama fonéticamente la atención, la digo en voz alta, varias veces, y la disfruto. Algunas de mis palabras favoritas son: recauchutado, caramelo, esternocleidomastoideo, liviano, empujón, escenario, adecuado...y muchas, muchas más.

Aunque hay ocasiones en las que tus palabras favoritas dejan de serlo por el tono cómo se dicen, por quien las dice, o por según a quien se las escuches, y de este modo, como si se rompiera la magia, descubres de repente el componente subjetivo de las mismas, de nuevo, independientemente del sentido que tengan.

 Otras, las palabras hacen honor a esa tradición que habla de que algunas compañías son malas influencias, y por tanto según sus compañeras de contexto pueden dejar de parecer tan sonoramente bellas sencillamente porque las que le siguen en una frase no son igual de motivadoras para ti.

Si eres de esas pocas personas que nunca se había parado a pensar en esto, piénsalo ahora. Rebusca entre tu vocabulario habitual y averigua cuál es tu palabra favorita; qué palabra, de tantas que oyes al cabo de un día, te resulta atractiva, agradable, musical al oído. Da igual lo que quiera decir, lo que exprese. Incluso, seguro, tenemos alguna palabra acústicamente especial en otro idioma. Estoy convencida de que todos hemos dicho alguna vez eso de “¡No sé qué significará pero me gusta cómo suena!”