¡Quiera el mar tornarse rojo al
reflejar la pasión, así como es azul en la quietud. Tenga a bien ser receptor
de mi encendida adoración por tu persona y tiña sus olas con el febril deseo
que me consume. Pues, al final, será la tumba que acoja este maltrecho amor,
ahora sangrante y bermellón. Guarde su espuma mi sufrimiento y lo enarbole como
muestra de lo que una vez lució dorado y centelleante. Estos días se irán al
fondo de un inmenso océano lastrados con tu recuerdo triste y añil!
¡Quiera el mar tragarse mi alma y la
venerada imagen que de nuestra pasada dicha aún mantengo. Que salpique
dulcemente este cuerpo al que abrasa la amargura de tu repentino desdén y
anhele poseerlo para siempre, como una prenda más amada alguna vez por ti. Hoy que
vengo a hundirme en su profunda comprensión que pinte con el ocaso la última
línea de mi vida y vuelva oscuros los ojos que ya nada van a contemplar!
¡Quiera el mar librarme de este suplicio y recibir la ofrenda de un,
todavía, vehemente amor!
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