creyendo ser
la única que te mira,
pensando, quizás, que la ves.
Asomada en su
ventana al mundo
aspira
profundo tu olor salado,
y se deja
inundar de azul.
Mirando hacia
el horizonte
espera la
marea baja,
los tesoros y las
algas que
en la orilla
abandonan las olas.
Mientras, la
brisa húmeda y el salitre
enredan
suavemente su pelo.
Dejará pasar
la luz y la noche
anhelando tu
suave movimiento,
adormecida por
tu arrullo cadencioso,
impasible en
su balaustrada,
cual gaviota
indiferente al viento
siempre
desafiando al mar.
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