Laura nunca había sabido lo que era ir buscando guerra. Ni salir a cazar, ni nada que se le pareciera a ninguna de esas absurdas expresiones utilizadas por desaforadas pandillas de chicas en desbandada por culpa de una despedida de solteras, por ejemplo. Ella era una chica normal, una mujer de su casa, con una vida ordenada y tranquila. Feliz con su vida y su familia, sus horarios estrictos y sus rutinas. Pero a veces la vida sólo busca probarnos, lo único que busca es desconcertarnos y creo que incluso, reírse de nosotros. Cuanto más afianzados tienes tus pilares, cuanto más claros tus esquemas, viene y te tira por tierra todo lo que habías preconcebido como eterno. Por eso Laura creía que no habría sabido qué hacer si alguien le hubiera dicho que, un día, la vida la pondría entre la espada y la pared. Y sucedió literal. De repente un buen día, se encontró con la espalda apoyada contra la pared, desnuda de cintura para abajo y con un hombre maravilloso susurrándole al oído que era la diosa que había estado esperando toda una vida.
Y no supo cómo había llegado hasta allí.
Dos meses antes sus momentos más
excitantes se limitaban a probarse vestidos nuevos para salir como todos los
jueves con sus amigas y, si acaso, a imaginar entre risas que una noche
cualquiera se ligaría a un buen maromo con el que echar un polvo de esos como
los de las películas: rápido, divertido y satisfactorio. Solamente por
fantasear. Un polvo de esos que en realidad no existen porque siempre adolecen
de alguna de las tres características. Por eso, viendo que la noche de aquel
mes de abril transcurría con la normalidad de cualquiera de las otras rutinarias
noches de chicas, Laura no prestó más atención cuando esperando de pie en la
barra del chiringuito de costumbre a que le sirvieran los mojitos que habían
pedido, y de los cuales había quedado encargada, notó como alguien apoyaba la
mano en su hombro y la zarandeaba con entusiasmo mientras le gritaba en el oído
su nombre.
- ¡Laura! ¡Tú eres Laura Vázquez!!
- Sí, si. –contestó con un poco de
estupor-. Y tú eres….
¡El eterno problema: eso
era! Alguien a quien recuerdas de no sabes exactamente qué, y con el que por
supuesto inventarás algo antes de quedar en evidencia.
-¡Qué alegría volverte a ver! Por lo
menos debe hacer mil años que no coincidíamos, ¿no? Bueno, igual algo menos
–dijo el chico estallando en una sonora carcajada-, ¿veinte quizás? ¡Seguro!
Desde que te fuiste de la Facultad. ¿Cuánto hace?
Menos mal que hay gente
que sabe preguntar y contestarse rápidamente sin dejarte opción a hacer el
ridículo. Algo que Laura agradeció profundamente al creador de tan variados
tipos de personas.
- Te ayudo a llevar las copas.
Tan rápido como oyó que su olvidado
compañero de estudios se prestaba a auxiliarla en su puntual labor de camarera,
Laura sintió que un extraño hormigueo le recorría el cuerpo de pies a cabeza.
Al instante levantó la vista del cambio que le habían dejado tras pagar junto a
un minúsculo charco de copas derramadas por otros clientes, miró a los ojos de aquel chico del cual no
recordaba su nombre, y se encontró intentando controlar una electrizante
descarga de algo desconocido para ella.
De ahí a quedar para el jueves
siguiente sólo hicieron falta dos rondas más de mojitos aderezadas por el
intercambio de unas sonrisas cómplices. Aunque esta vez estarían los dos solos.
Laura no entendía por qué estaba tan
nerviosa. Ni por qué había decidido vestirse como si fuera una adolescente que
acude a su primera cita, con su mejor conjunto de ropa interior, y perfumada
hasta la asfixia. Pero intuía que aquello era una cita en toda regla y no un
simple encuentro con un antiguo amigo poco cercano. ¡Sin embargo ella no podía
permitirse tener citas! No estaba soltera y no buscaba plan nocturno. ¿O si?
Las aceras se le iban quedando cada vez
más estrechas lo cual la obligaba inconscientemente a contonearse más a medida
que se iba acercando al bar donde se encontrarían para tomar unas inocentes
viandas antes de pasar a las predecibles copas lujuriosas. Porque tomar copas
en aquellas condiciones después de cenar iba a suponer algo más. Y eso Laura lo
sabía. Eso sí lo tenía claro. Y empezó a pensar que igual sí que era
exactamente lo que quería mientras se percataba de cómo se aceleraban sus
latidos y su sexo se volvía húmedo entre repentinas contracciones.
Todo lo que vino después de los vinos y
los gin tonics especiados fue tan
previsible como intenso. Cuestionarse entonces las razones de por qué se
encontraba aquella noche de primavera en la cama de un hombre que no era su
marido, no era nada que tuviese cabida entre aquel cuerpo nuevo, jadeante y
sudoroso, y el suyo, así que decidió aplazarlo para algún otro momento en el
que se encontrase fuera de aquella vorágine de flamante excitación.
Sin embargo Laura nunca conseguía
encontrar ese momento. Jueves tras jueves, las ahora buscadas noches de pasión
la arrebataban de su burbuja perfecta y, al compás del ritmo de su amante,
primero lento y después frenético, la hacían sentir la mujer más importante del
universo. Ni infiel, ni morbosa, ni desleal, ni indecente, ni viciosa…
simplemente mujer.
De ese modo, la noche en la que su
apasionado amante ocasional le confesó, que querría tenerla para siempre,
mientras hundía los dedos entre sus piernas anegadas de deseo, Laura,
aprisionada contra la pared, descubrió que aquel era el momento perfecto para
tomar una decisión tan importante. Con lo que resolvió, allí mismo, entre
espasmos y besos, que no había ningún motivo en el mundo por el cual no pudiera
ser así y que dejarse amar con especial vehemencia una noche a la semana no le
haría ningún daño a nadie.
Desde entonces Laura disfruta mucho más
la vida, disfruta mucho más de su familia y disfruta de su cuerpo mucho más que
ninguna otra mujer en el mundo. O, al menos, es lo que la hace sentir su amante
de los jueves.
FIN
Un relato muy interesante, muy bien desarrollado, y con un final feliz. Se nota la frescura en tus palabras, y el interés que pones al lector para que continúe leyendo, y eso tiene un gran mérito porque engancha la lectura de tus textos. Te doy la enhorabuena, y espero poder seguir leyendo más. Gracias, y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios. Me alegra saber que el texto consigue enganchar. Sigue leyendo que hay mucho. Saludos.
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