Me
gustaba que conmigo viviera momentos de extrema excitación, que no fuera únicamente
follar y tener un buen orgasmo, sino que los minutos hasta llegar ahí se le
hicieran largos e insoportablemente deliciosos. Por eso nada más entrar en su
despacho y echar la llave para que nadie nos interrumpiese, me lancé a besarle
y morderle la boca mientras le manoseaba con apetito y le iba desnudando. Seguramente
pensaría que yo llegaba tan caliente que no podía esperar ni a llegar a casa, y
no se equivocaba.
Yo me moría de ganas, pero de pensar en lo que quería llevar
a cabo. Un juego que no esperase o al menos que fuera en un momento en el que
no lo esperase y en su oficina nunca habíamos tenido la menor ocasión de
revolcarnos. Aún de pie frente a su mesa, desanudé su corbata y con un
movimiento rápido, la utilicé para atarle las muñecas por detrás, a la altura
de sus fabulosas nalgas, en las que dejé las marcas de mis dientes aprovechando
el momento de bajarle los pantalones. Cuando le tuve fuertemente atado le pegué
un buen azote y él creyó entender que iniciaba un juego de dominación en el que
le haría disfrutar con mis manos o mi boca. Un poco abrumado en primer lugar
por el sitio elegido, enseguida empezó a perder el miedo a que nos sorprendieran
y dejó que sus ganas se erigieran en dueñas de la situación con libertad. Sin
saber qué hacer me miraba con picardía y me preguntaba qué hacer. Nada, no iba
a poder hacer nada. Terminé de desnudarle entre ligeros lametones que solo iban
encendiendo aún más su furor y le senté con determinación en su conocido sillón
presidencial. Con sus calcetines le amarré simbólicamente los tobillos a cada
una de las patas con ruedas de su trono, con lo cual entendió a la perfección
que la orden era no moverse. Desnudo por completo e inmovilizado lo suficiente
para entender el juego, su excitación estaba al límite y ya empezaba a
derramarse para mi regocijo. Dispuesto y a la espera del placer, al ver que yo
me alejaba, apareció en su rostro el desconcierto. Con tranquilidad y sin
explicarle nada de lo que iba a suceder, me senté en el pequeño tresillo que
tenía para sus momentos de descanso y comencé a desabrocharme algunas prendas,
sin quitarme ninguna. Debió pensar que le haría un striptease como tantas otras veces, pero esa no era mi idea. Con la
palma de la mano recorrí mi cuerpo, del tobillo al cuello por encima de los
vaqueros y la camisa ya sueltos. Mirándole fijamente deslicé mis dedos por
dentro del sujetador y comencé a acariciarme los pezones, dejándole ver mis
movimientos y haciendo notar con gemidos cuánto me gustaba. No iba a hablar
nada. No quería ir describiéndole nada, ni excitarle con palabras. Mis gestos
iban a ser suficientes para ponerle a mil. Me recosté un poco sobre el brazo
del sofá para tener más libertad de acariciar mi cuerpo y sacándome del todo la
camisa del pantalón, me liberé del cinturón y de la cremallera. Él sí que iba
narrando lo que veía en mí y al ver las tiras de unas braguitas negras que
conocía bien, farfulló algo que apenas entendí, entre resoplidos. Bajaron los
dedos de mi mano derecha recién empapados en mi boca caliente y se perdieron
entre los encajes. Yo misma me sorprendí de tanta humedad con la que se
encontraron y me dispuse a disfrutar de la situación con todo el sosiego que mi
propia fogosidad me permitiese. Paré unos minutos al recordar que en el bolso
llevaba un juguete que me ayudaría a pasarlo mejor y en cuanto lo tuve en la
mano volví a mi posición. Mi oponente se encontraba intranquilo y jadeante. Se
ofrecía servicial a ayudarme y a colaborar en mi goce, sin embargo como yo no
tenía pensado incluirle en ningún momento, continué con mi propio placer
mientras le dejaba observarme. Me bajé los pantalones un poco, sin llegar a
quitármelos y me tumbé de modo que no pudiera perderse ningún detalle de mi
cuerpo ni de mis actos. Con la camisa abierta mostrando un elegante sujetador
de gasa transparente y encajes negros, el vaquero abierto por debajo del culo, y
la minúscula pieza de lencería completamente a la vista, las manos subían y
bajaban frotando mi cuerpo a la vez que sujetaban el vibrador que ya se movía
impaciente. Mi evidente efervescencia le tenía a cien por hora y mi amigo
sufría lo indecible por respetar mi juego y no pasar a la acción. Sin poder
esperar más introduje el juguete entre mis muslos y lo hice vibrar entre ellos,
hasta que comencé a acariciar con él suavemente mi clítoris por encima de las
braguitas. De ahí pasé a meterlo entre la ingle y la costura del tejido, y
enseguida noté que mi sexo ya estaba lo suficientemente preparado como para
recibirlo bien adentro. Al verme gemir con pasión y arquearme con la
satisfacción de obtener el premio deseado, él gritó con una mezcla de envidia y
lujuria. No quería permanecer más tiempo atado. Quería participar y él también
necesitaba tocarse y darse placer. Pero se lo impedí. Con un tajante y seco
“no”, supo que no podía abandonar su lugar y que ese iba a ser el juego. Esperaría
mi permiso para recrearse cuando fuera su oportunidad. Continué con mi tarea
moviéndome por el sofá, cambiando de postura y sentándome sobre mi trofeo,
masturbándome a la vez que mi juguete entraba y salía de mí. Yo saboreaba el
placer de mi delirio, y el olor de mis fluidos espoleaba aún más mis ganas de
llegar al orgasmo. Y mirándole a él, allí desnudo y atado en su sillón de gran
accionista, sufriendo por lamerme y follarme, con las ansias contenidas y el
miembro a punto de explotarle, mi éxtasis no pudo esperar más y se desató entre
gritos y espasmos.
Aún después de terminar, le obligué a no
moverse, respiré hondo, relajé mi cuerpo empapado y me vestí. Con dulzura me
acerqué, mientras él se relamía pensando en la recompensa. Le mordí el labio
inferior, lamí suavemente la punta de sus necesidades y con paso diligente
después de darle las gracias, le dije: “Te espero en casa”. Y salí de allí
satisfecha, imaginando hasta dónde llegaría con su placer una vez solo, tras
cerrarle la puerta y lo estupenda que sería nuestra siguiente sesión de sexo
juntos.
FIN
Muy buen relato, me ha encantado cómo lo has descrito, y la situación de tensión que has mantenido hasta el final, creo que tienes unas ideas brillantes, y sabes muy bien cómo provocar el efecto deseado en el otro. Eres una maestra del relato y del bien hacer eróticamente hablando. Te felicito por esta muestra tan bien ejecutada, y que nos deja con ganas de más. Enhorabuena, vales mucho. Gracias por compartirlo. Un besito.
ResponderEliminarGracias. Seguiré trabajando y escribiendo.
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