Se para.
Abre la boca y
respira,
inhala la
mañana
y siente el
frío correr por las venas.
Abraza el
amanecer en los pulmones
y cierra los
ojos.
Se tumba.
Mira al cielo
y coge aire.
Extiende los
brazos
y abarca toda
la tierra.
Aspira el
mundo
y su cuerpo se
infla.
Se levanta.
Eleva la vista
al horizonte,
absorbe la
vida,
y sabe que
debe seguir.
Dosifica sus
fuerzas
y continúa
hacia el infinito.
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