Voy a
suponer que nada cambiará,
que la
cercanía de la luz no trastocará mis planes.
Suponer,
por ejemplo,
que el
calor de tus brazos no se evaporará al amanecer,
que el
eco de la tormenta no te despertará por la mañana,
que seguirás
hundido en mi interior cuando llegue el día.
Voy a
suponer que nada cambiará,
que la
lejanía de la luz no trastocará mis planes.
Suponer,
por ejemplo,
que tus
ojos acomodarán su visión a mi lecho en penumbra,
que la
lluvia no empapará los brotes de tu amor de madrugada,
que
permanecerás al abrigo de mi cuerpo cuando caiga la noche.
Voy a
suponer que nada cambiará,
que ni
el albor ni el crepúsculo trastocarán mis planes.
Suponer,
por ejemplo,
que tus
manos recorrerán mi espalda del orto al ocaso,
que el
temporal solo será un recuerdo en la aurora y al atardecer,
que te
quedarás por siempre en mi regazo junto al sol y la luna.
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