Ir directo al precipicio
y balancearse al borde
con los ojos vueltos al cielo,
esperando esa escalera,
que no habrá
...y temblar con el placer de la muerte,
con el vértigo de lo prohibido,
con el pavor de la decisión,
sin excusas,
con la sutil disculpa de la locura
y la angustia de que alguien te rescate.
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