Ve el momento
codiciado que,
como
una gran ola inminente,
coge fuerza
desde el fondo y crece,
que
emerge desde el horizonte
para
reventar en sus pies,
en la
orilla.
No
quiere disfrutarlo aún,
necesita
pausar cada instante,
recrearse
en la llegada, gota a gota,
dosificar
la emoción tanto tiempo contenida
paladeando
cada gramo de sal,
inhalando
despacio el aroma de lo deseado.
Y
espera. Sonríe.
Mira a
la lejanía, cierra los ojos
y lo
percibe claramente: va a llegar.
Pero
aún no está preparado,
aún
puede deleitarse un poco más,
demorar
más el regocijo de alcanzar la meta.
Hasta
que la furia incontenible del deseo se desata,
y
arrasa sin preguntar, sin aguardar,
sin
dar lugar a medidas, ni a contar los pasos.
El
tornado lo traga, lo engulle enérgico
mientras
él se deja arrastrar
envuelto
en dicha y embriaguez
en serenidad
y sosiego …
…y
comienza la pasión.
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