domingo, 13 de mayo de 2018

* El desayuno


   Bebo el café mirando el fondo de la taza
mientras siento tu mano entre mis piernas.
Mirando al techo sonrío y,
sin quererlo,
las abro generosamente
y giro la cabeza buscando alrededor quien pueda observarme.

   La conversación de mi acompañante resuena
como un hilo musical cualquiera,
porque yo solo oigo tus susurros
que se cuelan desde el oído a mi corazón
y bajan hasta mi pelvis.

   Me fijo en el camarero
y en el señor de la barra,
y en los gestos de mi amiga mientras habla,
que con las manos ventea el aire
haciéndome aspirar tu aroma,
tan cercano,
haciéndome  creer que tú estás aquí,
enredado en mi cuerpo,
desmadejando mi pelo.

   No sabe a nada mi desayuno
porque mi boca se ha llenado de tu lengua.
Me balanceo inquieta en mi asiento
queriendo sentirte en mi interior,
deseando que llegues a lo más profundo
y aproveches la humedad que me produce tu recuerdo.

   Con cada trago un ligero espasmo,
un temblor dulce que me recorre
como cuando lo hacen la yema de tus dedos,
e involuntariamente surge un suspiro de dicha y alivio,
de satisfacción contenida.

Y mi pequeño almuerzo acaba.
Ahora solo me faltas tú. 


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