Prefiero
soltar letras,
palabras,
frases,
sin orden ni
concierto
que formen
batallones de poesía y prosa.
Dejarlas salir
sin contar
ni rimas ni
cadencias,
y darles
libertad absoluta
para que se
organicen, según los días,
en poemas de
amor,
en sentencias
de sabiduría,
en cuentos de hadas…
No es bueno
interponerse
entre
renglones
ni rascar las
hojas con fuerza.
Yo espero a
que las vocales me digan
por donde
llevar mi lápiz,
dónde poner
consonantes.
Después, así,
tendré siempre
una última oportunidad
para renegar
de aquello que escribí
demasiado
fiel,
demasiado
autobiográfico,
demasiado
expreso,
demasiado
delatador
y huir de este
modo por detrás de los escritos.
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