Creí
que era el verano
porque
venía disfrazado de salitre y brisa cálida,
impregnado
en jazmines y damas de noche.
Creí
que era el verano
cuando
me engañó con tardes largas y cielos claros,
con
murmullos chispeantes y alegría.
Creí
que era el verano
al ver
llegar los pies descalzos y las huellas húmedas,
la
luna de San Juan y las mareas de Santiago.
Creí
que era el verano
y que
venías con él.
Creí
que era el momento
y que
llegaban los abrazos.
Pero
era sólo la primavera,
sólo
una dulce y aromática noche,
sólo
las ganas de tu verano.
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