¡Qué harta estoy de estar
siempre metida en esta casa! Desde que llegué aquí no he tenido ocasión de ir a
ningún sitio. Y eso un día no importa, una semana se lleva bien, pero más de un
mes sin salir… ¡no hay quien lo soporte!
La cuestión es que a mí me
pareció un plan estupendo al principio. Compartir casa con ella no tendría por
qué haber sido un aburrimiento de ninguna manera. Y sin embargo ¡qué equivocada
estaba! A veces pasa eso. Te haces una idea de algo, de una situación, y te imaginas
que va a ser maravillosa, ideal; que no va a surgir nunca un problema y que la
relación con una persona va a ser estupenda. Pero claro, presuponer algo tan
complicado tiene eso, que sólo es suponer, sin fundamento alguno. Y habrá
materias complicadas, pero como la convivencia yo creo que ninguna.
Es verdad que nunca antes
habíamos estado juntas. Nos habíamos visto, habíamos coincidido, pero nada más.
Por eso cuando se decidió a dejarme entrar en su casa me pareció un poco
repentino. Una especie de acto impulsivo, irracional. Aunque como yo en
realidad soy igual, siempre me fío de todo el mundo a la primera. Sin embargo,
en cuestión de días, parece que le ha ido ganando terreno la desidia y la
ilusión que tenía por compartir su tiempo conmigo ha desaparecido del todo. A
saber si no le habrá pasado igual ya antes con otras. Porque esta gente suele
actuar siempre bajo el mismo patrón, y yo creo que no se dan cuenta del daño
que hacen.
De todas formas ya sospechaba
yo algo desde aquel primer día cuando me mostró el espacio que yo iba a ocupar
con cierto aire de indiferencia. Debí haberme dado cuenta desde ese mismo
instante en el que pude deducir cómo habían sido tratadas las anteriores
ocupantes de aquellos pocos metros cuadrados. Sin embargo cuando no quieres
enterarte de algo, no lo haces por más indicios que encuentres.
Y ahora no sé cómo salir de
aquí.
He pensado rebelarme y el día
que venga a buscarme para salir, plantarle cara y decirle claramente que no
quiero estar con ella. O, deslizarme con sigilo cualquier noche y desaparecer,
sin dar más explicaciones. Pero, ¿a
dónde voy a ir? Para eso tendría antes que encontrar a otra a la que yo le
pudiera venir bien. Alguien que me necesitara o al menos pusiera algo de
interés en mí. ¡No es tan fácil cuando te has hecho ya tantas ilusiones! Y eso
sin contar con que prácticamente me tiene encerrada. No voy a decir que bajo
llave, pero casi. ¡Y no, no estoy siendo nada exagerada! ¡Si es que no he visto
la luz del sol desde que entré por la puerta principal!
Me daría una vergüenza horrible
que los que han hecho de mi lo que soy se llegasen a enterar. Porque yo tengo
una clase y un estatus que mantener, y no quiero tampoco convertirme en el
hazmerreir entre las de mi promoción. No quiero ni pensar en que ésta tipa se
desentienda de mí de tal manera que me convierta en segundo plato permanente… o
tercero, o cuarto. Yo nací para ser tratada con otro respeto, con mucha más
clase y educación. ¡Hasta con mimo, podría decir! Sin embargo la realidad es
muy diferente y no sé cómo salir de este embrollo. La verdad es que no tengo
tantas habilidades sociales. Tanta seda y tanto hilo de oro no han conseguido
darme la fortaleza necesaria para enfrentarme a conflictos de esta naturaleza.
Definitivamente tengo que encontrar una salida y escapar antes de que suceda
algo terrible.
Oigo sus pasos. Se acerca.
Quizás haya llegado el momento
de tomar una decisión…
-Pues la verdad Patricia, es
que no sé en qué estaría pensando el último día que me llevaste al mercadillo
el mes pasado. Siempre me pasa lo mismo. Mira que ya me había fijado justo en
esa las otras ocasiones, pero si no me había convencido antes, no sé por qué
esta vez tuve que traérmela. Hazme un favor y la próxima vez que insista en
comprarme una camisa de seda, recuérdame lo mal que me sienta el azul. Un
arrebato de lo más tonto y ni siquiera la he estrenado. ¡Cógela del armario,
que por mí te la puedes quedar o quemarla!
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Cuéntame qué te ha parecido!