Tu sonrisa difuminada sobrevuela mis sueños, corretea de puntillas de un lado a otro y me obliga a imaginar que estás, que andas escondida y caliente entre las mantas. Pero al alba se diluye arrastrada por mis lágrimas y me demuestra que no existes. Y recuerdo que descansas abrigada en otro lecho. En un lecho negro y frío del que nunca volverás.
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