Disfrutar de
la marea que sube,
escuchar su sonido cadencioso,
ver la espuma deshacerse en pompas en la orilla empapada,
refrescarse, dejarse llevar, hundirse,
... ser feliz.
Hasta que sin darte cuenta
empieza a bajar,
a alejarse,
a llevarse todo lo que te había depositado en la arena.
Y de repente el mar se va,
queda lejos,
muy lejos,
y el horizonte
se vuelve inalcanzable.
Mientras,
el sol insistirá en reflejar todo lo que fue
escuchar su sonido cadencioso,
ver la espuma deshacerse en pompas en la orilla empapada,
refrescarse, dejarse llevar, hundirse,
... ser feliz.
Hasta que sin darte cuenta
empieza a bajar,
a alejarse,
a llevarse todo lo que te había depositado en la arena.
Y de repente el mar se va,
queda lejos,
muy lejos,
y el horizonte
se vuelve inalcanzable.
Mientras,
el sol insistirá en reflejar todo lo que fue
y que ya no
existirá más.
Y sólo quedará
un olor profundo y dulce,
el de las algas abandonadas a su suerte,
el de las algas abandonadas a su suerte,
a una suerte
indefinida y triste.
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