Recorres
la cara con besos pequeños y dulces. Llenas los labios de suaves y tiernas
caricias que regalas con los tuyos. Haces que no cuenten ni el bullicio de las
mesas de alrededor, ni los camareros que se gritan comandas, ni el sol que se
pone y reclama atención desde el fondo de esta terraza.
Un día me quisiste a mí así. Esos besos
pequeños me los diste a mí. Con la misma dulzura y el mismo cariño revoloteaban
a mi alrededor haciéndome olvidar dónde me encontraba. Me abrazabas con
idéntica intensidad y pasión, susurrándome que todo tu corazón me pertenecía,
que nunca habría nada más acogedor para ti que mi cuerpo.
Un
día, hace mucho, me quisiste a mí así. La felicidad nunca había existido para
mí hasta que llegaste a mi mundo y lo mejoraste. Todos los lugares a los que
íbamos se transformaban en palacios resplandecientes. Todas las personas que te
conocían envidiaban que yo fuera tu musa, tu centro de atención, el eje de tu
universo.
Un día yo también te quise de ese modo.
Mis manos sólo eran dichosas entre tus manos, y mi piel perdía todo su calor si
no la templaba la tuya. Mi boca te buscaba permanentemente recordándote que era
sólo para ti y mis palabras eran las causantes de tus risas y suspiros. Un día,
hace ya una eternidad, yo también te quise. Los días junto a ti eran el bálsamo
a los momentos difíciles, a los contratiempos de la vida. Mis canciones
favoritas eran tus inagotables conversaciones, nuestra banda sonora, las ganas
de reír juntos y de hacernos reír uno al otro hasta el agotamiento. Y la mejor
película siempre fue la que proyectaba nuestro amor en la pantalla de nuestros
cuerpos perfectamente entrelazados.
Un día me quisiste mucho a mí. Un día
yo te quise mucho a ti. Hasta que la vida se volvió envidiosa de nuestro amor y
enfureció de celos ante nuestros besos pequeños y nuestros abrazos
interminables. Un día la vida decidió separarnos y apartarme de tu camino. Y el
dolor por no estar contigo, que yo creía insuperable, aumentó al saberte infeliz
y abatido por mi ausencia. Desde mi solitaria eternidad busqué la manera de que
la alegría volviera a ti, de conseguirte un futuro aún mejor que el que tú y yo
esperábamos construir. Rogué a las estrellas y luché contra el destino para que
en tu corazón volviera a anidar el calor de una ilusión. Por eso hoy al verte
entregando de nuevo todo tu ser, soy feliz. Una dicha aún mayor que la que
disfrutaba entre tus brazos me llena plenamente y por fin, ahora, quiero
descansar.
Un día me quisiste a mí. Esos besos
pequeños fueron para mí. Y hoy que los regalas a otra y te colman de felicidad,
llegan hasta mí colmándome de amor.
FIN
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