Hemos llegado a casa y nada más entrar los besos violentos y las caricias ansiosas. El deseo reprimido toda la tarde en la reunión de trabajo, y las ganas aflorando entre los dedos, que se escapaban para rozarnos discretamente durante la cena, han estallado con un portazo al cerrar con prisas.
Nos mordemos los labios abrazados y
rebotando contra las paredes del estrecho pasillo que tantas veces ha sido
testigo de nuestros arrebatos de pasión. Entre risas y jadeos, precursores de
lo que se avecina, desato su cinturón y fuerzo la botonadura del pantalón que
aprisiona sus instintos.
De repente nuestros ojos se encuentran
y la pasión se frena. Nos miramos, nos entendemos, y nuestros pensamientos se
leen claramente. Mi amado comienza a hablar. Con un tono de voz suave y dulce,
susurra sus antojos, sus caprichos, sus necesidades
que son las mías, para hacerle gozar. ¡Qué ganas! Y, como por arte de magia, otro
modo de tocarnos toma forma. Pausadamente, con ternura, con delicadeza, con el cuidado
y el mimo de dos jóvenes que se descubren en su primera vez de intimidad.
Reiniciamos las caricias, los abrazos prolongados, los besos melosos. Y voy
lamiendo su deseo de arremeter contra mí, deleitándome con su afán de volver a
ser dueño de mi interior, degustando su sexo prominente a la vez que busco en
sus ojos la satisfacción. Pero todo esto no ha hecho más que ir creando en mí
nuevas ganas. Y él que lo intuye por mis gestos y mis suspiros abandona su
feliz letargo para complacerme. Y ahora es su boca la que se alimenta de mis
ganas y me las hace derramar para bebérselas con la complacencia del invitado a
un banquete de dioses.
En una habitación incendiada por unas
ganas que no se apagan vuelvo a sentir la excitación de las prisas por sentarme
encima de mi compañero de juegos. Y me engancho a su cuello con fuerza para
poder mover las caderas con libertad. Cabalgo, salto sobre él y me entrego a la
tarea de hacerle sentir mis contracciones, mis espasmos de gozo, pero reclamo
sus manos vigorosas en mis pechos, mordiscos que me dejen huella, la intensidad
de sus nalgas empujando contra mí. ¡Quiero sus ganas, darle mis ganas, matar estas
ganas con orgasmos! ¡No puedo más de ganas! ¡No puedo más de amor!
FIN
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