Cuando pienso en todo el tiempo transcurrido entre
tus brazos, me gusta recordar cómo me encontraste. Bastaron unas palabras
esparcidas intencionadamente por las nubes y que volaron hasta ti transformadas
en deseo. Un deseo que tú nunca habías arrinconado del todo y que devolviste a mí
como ardiente lluvia. Hoy, como desde aquel primer día, me dejo empapar mientras acaricias mi pelo
mojado.
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